miércoles, 3 de agosto de 2011

Sueño de Reyes

Como un animal ahora salvaje Eugenio Reyes se pasea por el balcón que da a la rambla. Reyes sufre mucho el desencuentro amoroso que acaba de sucederle. La desilusión de no poder pasar con ella los primeros días del año. Fue una decisión de Julieta, al fin y al cabo, que él no pudo entender y menos cambiar. El sol del atardecer cae rápido, como una gigante moneda dorada. Reyes está a muchos pisos del cielo y a nueve del suelo. Una bandada de gaviotas huye despavorida de la lluvia que anuncia un flashazo, y su estruendo. Ese naranja que suelen traer los atardeceres existe quizás, pero no se ve. Se opacó por la acción de un gris hostil y operó para dar ímpetu romántico al inconsciente proceso decisorio que atraviesa Reyes, que se aparece en la forma de un aullido interminable, que solamente él escucha, y al que se somete. La cadenita que sujeta las cortinas y la baranda temblequean un poco a causa del viento. Oye ladridos que vienen de abajo junto al ruido de un camión.
Antes de lanzarse, una vez que la mayor parte del peso de su cuerpo ya no gravitaba sobre el edificio, es decir, ya casi estaba en el aire por entero y la decisión de lanzarse era irrevocable – recordó – y se sorprendió sinceramente por estar pensando eso en ese último lapso – que había olvidado cancelar su pedido al mercadito de la isla. Quién sabe cuantas pequeñeces como esa habrán quedado pendientes. Luego es una silueta azul oscuro. En efecto, el cuerpo de Reyes a lo lejos, que a contraluz se acuñó en la moneda dorada que era el sol.
Suena el teléfono que nadie contesta. Después de la señal que da vía libre a los mensajes, Julieta dejó grabado este: “Eugenio, te quiero, perdoname, por favor te lo suplico, voy para allá ya mismo, ya no veo la hora de estar con vos, para compartir los días de sol que tanto soñamos”.

n. gicovate

2 comentarios:

  1. "El sol del atardecer cae rápido, como una gigante moneda dorada.". Me quedé disfrutando esta imagen un rato. Mcc.

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  2. A mí me pasó parecido, y más todavía la imagen del cuerpo acuñándose a la moneda/sol.
    La segunda lectura trajo sosiego porque recién ahí descubrí el título. O creo que fue la tercera.
    Lo último: lindo juego con la tradición. William, Calderón, Borges, todos invitados a la fiesta y resignificados en el lenguaje de otro, hoy.

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