sábado, 13 de agosto de 2011

La muerte de todos los relatos posibles


Cuando se fue, se llevó con ella todos los relatos posibles.

El gomero. El pueblo. Los pisos en damero. La botica de su padre y su lista infinita de recetas magistrales. El hermano muerto, el desgarro que es igual en todas las épocas. Los amores antes de mi abuelo. Migrar para ir a la universidad. Su propia abuela, de quien decía haber heredado el carácter. Las cartas, los viajes, los secretos. Del pueblo a la ciudad de provincia, de la ciudad de provincia a la capital, con todos los ascensos y descensos del caso. 

Intentaba atraparnos en la red de su memoria pero nosotros nos resistíamos, queríamos nadar libres y le huíamos a la maraña. No supimos medir los tiempos, porque intuíamos el potencial ilimitado de aquel tejido del que solo aceptábamos los títulos. En la red brotaban los cuentos, en la red había mundos, había riqueza de imágenes. Despejando los helechos y las algas, una historia del siglo XX en primera persona esperaba ser liberada para trascender.

Recuerdos que buscaban ser argumentos, personas con vocación de personajes, lugares que habían de convertirse en escenarios se perdieron para siempre. Galaxia extinta, quién sabe algún día nos llegue un resto luminoso, un fulgor a destiempo.

sol

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